Fernando de Fuentes y la trilogía que pronosticó al PRI

Por Ramsés Ancira

Fernando de Fuentes

Arriba, la trilogía magistral del cine sobre la Revolución Mexicana. Le sigue la imagen de la primera Comedia Musical Ranchera, Allá en el Rancho Grande, con Tito Guizar.



El 13 de diciembre de 1894, bajo el signo de Sagitario nació en Veracruz, uno de los pioneros del más extraordinario cine mexicano, el inventor del género de la comedia ranchera, el primero en recibir un reconocimiento al mérito cinematográfico (otorgado por el único presidente que al parecer no descuidó un sólo aspecto de la vida pública en México, Lázaro Cárdenas) primer mexicano que obtuvo un premio internacional de cine, el del Festival de Venecia; el primero en filmar una película mexicana en color, Así se quiere en Jalisco (1942) y el primero en lograr una co-producción internacional, Jalisco Canta en Sevilla (1948)

Fernando De Fuentes Carrau es un director de cine mexicano merecedor de todos los homenajes, una de las salas de la Cineteca Nacional lleva su nombre, y sin embargo no pareciera haber sido suficientemente recordado y reconocido a pesar de que fue uno de los primeros en retratar la corrupción de la Revolución, de haber profetizado en su cine la manera en que habría de gobernar el PRI durante los siguientes 70 años y ser uno de los extraños casos en los que la adaptación cinematográfica superó la obra literaria en la que se basaba la obra.

Tres fueron las películas en las que De Fuentes hace patentes sus estudios universitarios de filosofía, El Prisionero 13, El Compadre Mendoza y Vámonos con Pancho Villa. Todas tienen en común un retrato de los ideales corrompidos.

Emma Roldán tiene dos papeles muy distintos en las dos primeras películas, en la primera es una madre aristocrática dispuesta a poner en juego toda su fortuna y entregarse al más suculento negocio en una revolución: la usura, para salvar a su hijo de ser fusilado tras una redada; en la segunda es una sirvienta muda. Pareciera que en cualquier momento esta mujer va a tener un valor protagónico pero nunca ocurre así, es sólo la conciencia crítica y por ello uno de los recursos magistrales en el cine de Fernando de Fuentes.


Mientras Emma Roldán está dispuesta a salvar a su hijo a toda costa, el militar interpretado por Alfredo del Diestro, pide que vayan y capturen a cualquier niño bonito que se le parezca, para canjearlo, pues ya le dijo al gobernador que 13 son sus prisioneros y este, desde el burdel en que se encuentra le ha dado instrucciones de que 13 deben ser los fusilados.

El problema es que ese militar corrupto y machista, no sabe que el "chivo expiatorio" es el hijo que su mujer se llevó de niño para evitarle la convivencia con un padre alcohólico y golpeador.

Esta es sólo una de las estampas para mostrar la genialidad de De Fuentes. El Prisionero 13 es la primera película que se atreve a criticar a un personaje uniformado, en una época donde el Ejército, el Presidente y la Virgen de Guadalupe eran considerados intocables, so pena de sufrir castigos estilo estalinista.

(Otra película que cuestionaba la moralidad de algunos elementos del Ejército, La Sombra del Caudillo, de 1960 permaneció censurada durante más de 30 años)

En Vámonos con Pancho Villa y El Compadre Mendoza, veremos la brutalidad de revolucionarios, más sedientos de sangre que de justicia, entusiasmados con fusilar gente.

Esta situación me recuerda la anécdota de un soldado franquista que cuestionó a un militar moro por el fusilamiento de todos los republicanos que caían en su poder. Está rojo, compadre, y si no los fusilamos, pues ¿cuando acabamos?, le respondió.

En Vámonos con Pancho Villa no hay concesión ni siquiera para los héroes que sacrifican su cómoda existencia por los ideales de la Revolución. Si alguien se enferma y hay riesgo de contagio, no se le puede dar la gracia ni de un entierro.

Pero los villanos de De Fuentes no son completamente maniqueos, el compadre Mendoza es un villano de origen al que reivindica el amor de una esposa joven y de su hijo, para terminar nuevamente como villano cuando los revolucionarios le queman la cosecha con la que pretende huir de su rancho en Guerrero a la comodidad de la Ciudad de México.

Hay otros elementos que presentan conflictos existenciales, el compadre de Mendoza, un general zapatista, le había salvado la vida, está enamorado de su comadre y quiere al ahijado como a su propio hijo. En algún momento uno de sus soldados le sugiere tomar el rancho, matar a Mendoza y apropiarse de lo que tanto anhela. El zapatista obra con ética y moral, pero esto habrá de costarle demasiado caro.

El bien no se recompensa.

El final sorpresivo de El Prisionero 13 puede quitarle fuerza al mensaje, pero no por eso la moraleja es menos impactante.

En la literatura, Andrés Pérez, Maderista, de Mariano Azuela es un equivalente de la trilogía fílmica de Fernando de Fuentes, sobre la conveniencia por encima de la Revolución, sobre la corrupción del contratismo y el abuso del poder, sobre el chantaje al débil que formó parte del estilo mexicano de vida desde Victoriano Huerta hasta Calles, de cacicazgos como los retratados por Luis Spota y que tanto dañaron a México desde el empoderamiento de Miguel Alemán hasta el de Carlos Salinas de Gortari.

Fernando de Fuentes, el hombre cuyo cine pronostícó la forma priista de gobernar, es un imprescindible al que se debe un homenaje en el Centenario de la Revolución.



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