Boccaccerías habaneras

Boccaccerías habaneras
(2013)
Festival de Nuevo Cine Latinoamericano
Director: Arturo Soto

Axel Ancira
Más allá de los pretendidos minimalismos, en que se ancla gran parte del cine posmoderno, que pretende borrar el relato o al menos reducirlo a su mínima expresión, emerge en Cuba el filme Boccaccerías habaneras, como constatación de que si bien no existe nada nuevo bajo el sol, en la Habana del siglo XXI ésta es una verdad a medias, pues bajo el  cobijo del sol cubano, las historias clásicas brillan de manera distinta.
Boccaccerías habaneras no esconde el proceso de narración, y está articulada de tal manera que el espectador pueda reconocer desde un principio que todo relato es un proceso de creación. El destinatario de las imágenes es un escritor maduro, quien paga a los habaneros por que le cuenten historias, y de esta manera los reta a confesarles sus oscuros secretos (y a ceder los derechos de sus  historias) a cambio de un pago.  Los habitantes de La Habana se convierten  así en sherezadas, ante un peculiar sultán: un escritor apático, quien al parecer se ha quedado sin historias que contar.
Más allá de la adaptación de estos relatos clásicos de la literatura universal, destaca el marco cubano. No se trata de una vulgar localización y actualización de las historias, sino de trascender la realidad de La Habana contemporánea para  dar espacio a la imaginería y la fantasía que poco tiene que ver con la verosimilitud histórica.
No estamos ante La Habana representada en una paleta de colores reducida, y que sujeta la cubanía a elementos folclóricos o a una nostalgia esclerótica.  Boccaccerías habaneras, por su multiplicidad de historias, puede leerse como una obra coral que termina por hablar de una ciudad como totalidad, sin embargo, no recurre a monumentos o elementos clisés de la ciudad. Los colores en pantalla aparecen vibrantes, tanto como los vestuarios de algunos personajes, lo que articula perfectamente el filme con el momento histórico de Cuba, en donde se respira un aire de libertad quizá único en el continente, y un sostenido impulso antiimperialista, que contrasta con una crónica crisis económica y rasgos indudables de desigualdades económicas.  Y esto se nota en este filme, pues la Cuba de Boccaccerías Habaneras se distancia del discurso del cine cubano post Unión Soviética, siempre preocupado de mantener un nivel de autocrítica que permitiera mantener vivo el impulso creativo en Revolución (Fresa y Chocolate, Guantanamera, El Elefante y la bicicleta, etc.), para poner ante nosotros una entrega que busca, en cambio, mirar desde la ciudad existente, y con personajes que dan cuenta de una Cuba diversa y harta de ser caricaturizada por turistas de izquierda y panfletarios de derecha.


Las tres historias principales de Boccaccerías Habaneras (una boda arreglada, el robo de un baúl,  y la trampa seductora a un joven ingeniero) transitan de lo paródico a lo mordaz, del erotismo, al cinismo. Si bien en un principio se monta en un ritmo frenético y en un humor de fórmula, el filme de pequeños cortos nos lleva del lugar común a una picaresca sagaz, y culmina en un episodio agridulce. Es una película que piensa en un público cubano, acostumbrado por eventos como el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano a escapar del colonialismo cultural, y sin embargo permite verse por un público mayor que disfrutara de una pieza bien construida, y que da muestra de cómo hacer un cine buscando puentes entre lo local y lo universal sin caer en complejos. Una alternativa, sin duda, para los que estamos hartos de ver filmes de quienes, como el protagonista de esta historia, parecen no tener nada que contar.


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