Cantinflas

Por Alo Valenzuela (@AloValenzuela)

Publicación original en http://enfilme.com/resenas/en-pantalla/Cantinflas

En noviembre de 1993, miles de mexicanos interrumpieron sus labores para acercarse al domicilio familiar y al tanatorio en el que se despedía a Mario Moreno Cantinflas. El cómico mexicano tenía fama de buen hombre y sencillo y, gracias a su icónico personaje, se le consideraba como alguien cercano al pueblo. Cantinflas, la película dirigida por Sebastián del Amo (El fantástico mundo de Juan Orol, 2012) va dirigida a esa gente que lloró con la noticia de su muerte y que sigue riendo cariñosamente con películas como ¡Ahí está el detalle! (1940) o  El barrendero (1982) en las repeticiones que se transmiten casi como un loop infinito por televisión nacional. Los chismes faranduleros que rodeaban a quien también tenía fama de mujeriego son apenas rozados y se profundiza poco en el lado oscuro que todo personaje tiene. Más que una biopic, el guión de Edui Tijerina y el propio del Amo nos presenta un homenaje que de pasada nos regala algunos afortunados momentos que retratan la industria de la llamada Época de Oro del cine mexicano.
El humor no es cosa fácil y una de las formas de dividir lo que hace reír a la población mexicana es clasificándola en dos bandos: entre los de Tin-Tan y los de Cantinflas (aunque también estamos quienes, por simplones, nos reímos con ambos). Uno de los atributos de este filme en su propósito de homenajear al “pelado” es que rescata lo particular de su humor. Esto se debe principalmente al acertado cast. Paradójicamente, fue atinado traer al barcelonés Oscar Jaeneda (Noviembre, 2003; Los límites del control, 2009) para representar a un personaje tan mexicano como el cómico de carpa; cosa nada fácil, tomando en cuenta lo presente que está el personaje en las cabezas de todos nosotros. El actor es capaz de mostrarnos con credibilidad a Mario Moreno sin Cantinflas, tanto en su vida política como en su vida privada. La parte sentimental más íntima, en la que vemos sus problemas en el matrimonio y sus complicaciones para tener hijos, es exacerbada por la producción con plastas de tintes melodramáticos en lo que no sabemos si es también un homenaje al tono imperante en el cine de la época o simplemente parte de esos residuos que siguen presentes y crecientes principalmente en la telenovela nacional. Lo desafortunado es que el abuso de este tono da pie a secuencias cuyo exceso termina en humor involuntario: como cuando Cantinflas, en una terrible noche de sufrimiento, sale al jardín de su casona en una noche lluviosa, con una iluminación falsa y preciosista, como de comercial, mientras una grúa aleja la cámara de él para mostrarnos lo pequeño que se siente. Por otro lado, el filme utiliza un recurso que lo lleva por el camino más seguro al humor: al mostrarnos a Cantinflas en el set de filmación, del Amo aprovecha para repetir algunas de las escenas más representativas de sus cintas y eso, por supuesto, nos arranca algunas risas de añoranza.  Pero en fin, por unas o por otras, la película hace reír y cualquiera que conozca la filmografía de Cantinflas sabe que al actor también le gustaba aquello de arrancar lágrimas traidoras.
Volviendo a lo del cast, es preciso mencionar que la farándula cinematográfica de entonces está representada por mucha farándula televisiva de hoy. A más de uno le vendrá a la cabeza aquella frase de “todo tiempo pasado fue mejor”, aunque la verdad es que resulta claro que la decisión de quién es quién fue tomada con cuidado y en muchos casos resulta acertada. Incluso es posible ver la película y olvidar de inmediato que por ahí aparece Adal Ramones.  Sin duda es parte del chiste del filme ir descubriendo el papel que jugaban en la vida de Cantinflas algunos otros actores que hemos visto en blanco y negro en varias cintas memorables –desde María Félix, Jorge Negrete, El Indio Fernández, Miroslava, Pedro Infante hasta Elizabeth Taylor, Frank Sinatra, Charlton Heston y Chaplin– y algunos que no vimos pero que sabemos que jugaron un papel imprescindible detrás de cámara, como el caso del gran fotógrafo Gabriel Figueroa. De lo anterior se desprende, insisto, uno de los mayores atributos de esta película: el retrato de una época.
Otra cualidad de este homenaje –quizá la más significativa– es que cumple con su cometido de reinsertar la importancia del personaje de Cantinflas en las cabezas de los espectadores. Con las probaditas de sus películas que vemos en las secuencias recreadas se antoja, al salir de la sala, de correr a verlas completas. Y, aunque la televisión mexicana (a quienes la ven) nunca nos ha dejado olvidar por completo a Mario Moreno, un empujón fresco ayuda a revalorar al querido comediante. No sorprendería que sus herederos aprovechen la coyuntura para lanzar nuevas ediciones de sus películas y demás objetos conmemorativos. La película de del Amo, por cierto, contó con la aprobación y cesión de derechos del hijo del actor, Mario Moreno Ivanova, por lo que no es ocioso pensar que el hecho esté directamente relacionado con el que la mira crítica con que el filme examina al actor sea tan cosmética.
Esa crítica poco trabajada está presente no sólo en las ya mencionadas apariciones de sus conflictos personales que son exageradas para suplir la falta de profundidad de análisis del personaje, sino también en el conflicto con Estanislao Shilinsky. El cómico que protagonizó sus propias películas junto a Manolín, fue quien, como dice literalmente el filme: “sacó a Cantinflas del lodo” y fue rápidamente olvidado por quien escaló los peldaños a la fama colosal. Cantinflas apenas lo aborda, y lo hace de manera tangencial y superficial. Una secuencia del filme muestra a Shilinsky, en estado de ebriedad, reclamándoselo al ya entonces poderoso amigo; y el conflicto intenta ser mitigado, de alguna manera, cuando ya acabada la película, previo a los créditos finales (acompañados de música edificante), cuando se repasa qué fue de la vida posterior de los involucrados, se señala que el también concuño de Mario Moreno pasó sus últimos días en la Casa del Actor, creada gracias al trabajo sindical de éste, sin aclarar que se trata de un asilo para ancianos. Es decir, que en Cantinflas, Cantinflas siempre saldrá bien librado.
Si bien el filme no trata de proponer un contenido con preocupaciones político-sociales o establecer un mensaje con respecto a la situación que el cine juega en el mundo del poder y viceversa, Cantinflas se toma la molestia de retratar la grilla entre sindicatos de la que este personaje formó parte importante –de la mano de Figueroa y Jorge Negrete–, teniendo las agallas para plantarse firme frente a personajes oscurísimos de la historia del sindicalismo mexicano, como el propio Fidel Velázquez y haciéndolo no sólo para alardear de su hombría, sino como reflejo de su preocupación por los derechos de los agremiados que Moreno representaba como líder de los actores. Esto, que por un lado es parte del esfuerzo de los encargados del homenaje por exaltar a un hombre dispuesto a luchar por causas justas, siempre cercano al pueblo, también le da, es verdad, un cierto valor histórico al filme. Resulta interesante ver que muchas de las grandes estrellas de aquella época glamurosa se plantaron, con todo y pancartas, en los linderos del Palacio de Bellas Artes para que el presidente Ávila Camacho les concediera el derecho a dividir la fuerza sindical y distanciarse del corrupto STIC (Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica) para levantar el STPC (Sindicato de trabajadores de la Producción Cinematográfica).
Atractivo igualmente resulta, por otra parte, que la cinta nos permita echar un vistazo a los procesos de rodaje de aquellos filmes pues, en el caso de los que involucraban a Cantinflas, tenían la particularidad de tener que sobrellevar su afición por improvisar, proclividad que solía exasperar a sus directores. Los valores de producción desplegados en el filme son incuestionables, aunque el realizador no pudo evitar la tentación de adoptar recursos televisivos que parecen innecesarios, acaso como guiños para atraer a ese público que vive hipnotizado por la televisión.

Spoiler Alert
La historia del surgimiento de Cantinflas y su crecimiento (desde el lodo hasta el éxito incuestionable) se narra en paralelo a otro eje narrativo que se concentra en las travesías del productor estadounidense, Michael Todd, para sacar adelante –en gran parte gracias a Cantinflas– el proyecto de su vida, Around the World in Eighty Days (La vuelta al mundo en 80 días, 1956). Del Amo maneja como la cumbre de la carrera de Cantinflas los reconocimientos que obtuvo al otro lado de la frontera por su participación en esta película; a pesar de que acá abajo, en nuestro país, ese filme esté lejos de ser considerado su mejor trabajo. Aunque los realizadores han enfatizado que la inclusión de ese capítulo que incluye la aventura hollywoodense en el guión fue un recurso para darle un mejor armado y para inyectar mayor dramatismo a la historia (hacen hincapié en lo rico y poderoso que era Cantinflas antes de triunfar en EE.UU.), no es descabellado concluir que este episodio se basa en una tesis que en buena medida permea el imaginario popular y los anhelos de muchos realizadores y actores mexicanos: la idea de que uno verdaderamente triunfa en el cine sólo cuando conquista Hollywood. Este sesgo narrativo tiene también su lado a favor del delineamiento del cómico, pues conforme la fama y el reconocimiento mundial le llegan, comienza su alejamiento del pueblo mexicano; hasta que descubre que ése es su auténtico público, al que debe su carrera, y decide esforzarse en pos de la recuperación del íntimo vínculo a partir del que todo surgió, que era la sangre que nutría a su idiosincrásico personaje del “pelado”.
 Fin del spoiler
Cantinflas es un retrato de época superficial pero entretenido; un recuento demasiado optimista de la vida de uno de nuestros más grandes y queridos comediantes. Se hace énfasis en historia del don nadie que pasó de boxeador a torero a cómico de carpa a estrella internacional del cine, se resalta su carácter luchón y nada agachón, basado en la convicción de su talento. Al mismo tiempo, la película nos presenta la vida del cómico casi como fruto de la casualidad pues todas las decisiones tomadas al principio de su carrera (o carreras) eran fruto de la epifanía o el impulso. El filme lucha contra su autocomplacencia y roza algunos de los conflictos en la vida de Mario Moreno: su infidelidad, los problemas en su matrimonio por no poder tener hijos, el encandilamiento con la fama y la traición a sus raíces y a la esencia de su personaje, la obnubilación que el propio hombre sufrió para distinguir entre Mario y Cantinflas; pero falla en construir a una persona compleja, con claroscuros, en verdadera disyuntiva (más allá de amaneramientos –otra vez– melodramáticos) para conocerse y a partir de ahí relacionarse con sus inmediatos, con su carrera y con las consecuencias que el éxito le trajo. Mario es tratado como una estrella, en lugar de dejar que las aristas de su personalidad hablen por él, permitiendo que el público pueda involucrase a fondo con el dilema del genio con conflictos humanos, que es lo que Mario Moreno padeció. El filme de Sebastián del Amo, pues, cantinflea con Cantinflas. Ahí estuvo el detalle.

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