5 to 7. Amantes de 5 a 7

El director y escritor es Victor Levin, mejor conocido por su trabajo como director de series de televisión entre las que destaca Mad Men; el actor es Anton Yelchin, Chekov en la nueva generación de películas de Star Trek judío de origen ruso cuyos padres son patinadores y entrenadores, ella es la francesa Berenice Marlohe, quien según su propio dicho adora las películas independientes. Todos ellos crearon la película llamada en México Amantes de 5 a 7, a quien este reseñador  ya considera una de las favoritas de su vida en el género chico conoce chica.

Es la vida la que nos hace conocer a la persona perfecta cuando ya tiene un compromiso sentimental, pero ¿qué tanta de esa perfección se debe precisamente a su pareja original?

Puede ser que una persona nos llene emocionalmente, otra intelectualmente y una diferente nos complemente sexualmente. Alguna puede ser la pareja ideal para ver una película; otra para ver una obra de teatro; y alguna que no tiene ninguna de esas características puede ser ideal simplemente porque no considera perversión esa práctica sexual que tanto nos atrae.

¿Qué pasa si encontramos a alguien que tiene una sola de esas virtudes? Alguien que puede ver una película sin comer palomitas, u otra que nos considera un amante nato? Debemos perderle porque tiene el detalle de tener a alguien más.

De 5 a 7 tiene mucho en común con esas películas de Woody Allen que formaron parte de nuestra educación sentimental como cinéfilos. Como los personajes del director judeeoneoyorquino estos también son intelectuales, ricos y sibaritas, hacen bromas y tienen muchas preocupaciones sobre los no judíos. Además,  no ocultan detalles autobiográficos en sus películas.

Victor Levin es hijo de un dentista de Nueva York. En la película, su padre es representado por Frank Langela, que no es judío sino italiano, y tiene quizá los diálogos más divertidos de la película a pesar de su aspecto serio y conservador.

El parlamento más memorable es, sin embargo, pronunciado por Arlene, protagonizada por Glenn Close; una clásica madre judía que sin embargo tiene el sentido común suficiente para reconocer: Hay dos fuerzas a las que es inútil oponerse, la de la naturaleza y la del amor.

Si Ismael Rodríguez utilizaba los letreros en los camiones para editorializar en películas como la trilogía Nosotros los Pobres, Levin lo hace, con menos gracia y fortuna, hay que decirlo, con las placas de las bancas de Central Park. Es sin embargo un recurso original.

Los padres de Brian, el personaje central, tienen, como todos los padres, la idea de que su hijo estudie una profesión lucrativa, como abogado, pero tienen  también el suficiente criterio para dejarlo equivocarse aunque fracase una y otra vez, tanto en el trabajo, como en el amor.

Cuando parece que la película ha tenido ya un final perfecto se alarga todavía un poco más. Los finales felices pueden ser muy originales. Dejar huella en las personas que nos aman y a las que amamos puede ser menos convencional, pero más feliz que el vivieron felices para siempre

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