Qué extraño llamarse Federico, Che strano chiamarsi Federico

Ramsés Ancira

Si hay una película que considero piedra angular de mi amor al cine es "Y nos amábamos tanto" que debo haber visto a principios de los ochentas en el cine Kubrick, de Gustavo Alatriste, en la avenida presidente Mazarik.

Ettore Scola se convirtió desde entonces en mi director favorito, aún antes que Woody Allen me encantara con Dos extraños amantes y Steven Spielberg con Duelo, película que luego supe era para televisión; pero en México se proyectó en cine. No lo se, tal vez la vi en función doble en el Estadio, de la calle de Jalapa, donde también recibí mi primer beso, intenté mi primer faje y estuve a punto de ser expulsado de la sala por un policía. Bueno, eso ocurrió aún antes de conocer a Scola y la verdad ya no estoy seguro si me iban a expulsar a mi o a un compañero de palomilla. De lo que si estoy seguro es que fue en ese mismo cine cuando en una escena de El Padrino supe que dos seres humanos podían tener sexo de pie.

(Ahora que lo escribo me parece recordar que la razón para expulsarnos del cine no era el faje, sino que alguno de nosotros estaba fumando)

Lo que sí es seguro es que fue mucho antes de internet cuando vi una magnífica obra de teatro que se llamaba De película, (o eso creo porque no encuentro la referencia en internet) que trataba de un cine de barrio y a mi me evocaba al cine Estadio. Aún recuerdo con extraña viveza la escena (teatral) de un hombre cansado de su madre enferma y senil. Harto de llevarla al baño, ahí mismo la asesina, al mismo tiempo que en la pantalla del imaginario cine suena la música de Sicosis, de Alfred Hitcock.

Por esa obra de Julio Castillo (¡gracias wikipedia nunca me fallas!) soy casi  tan apasionado del teatro como lo soy del cine

En Y nos amábamos tanto había un personaje cinéfilo que sabía de todo y hubiera ganado el premio de las 64 millones de liras si no fuera porque se entusiasmó tanto... que se le acabó el tiempo antes de poder responder la pregunta concreta que le hacían.

Muchos años después cambié de película favorita y esta fue El Baile, también de Ettore Scola, donde no se pronuncia una sola palabra, no es muda y la película es completamente inteligible gracias a la música.

Esa es para mi la definición de una película perfecta, una donde respetas tanto la inteligencia del espectador que no le dices nada. El cine es ojo que mira y no pensamiento que artícula. (No voy a buscar en la wikipedia quien lo dijo, pero me encanta)

En la 58 Muestra Internacional de Cine exhibieron Qué Extraño llamarse Federico. No la pude ver hasta una exhibición posterior. No de todo lo que veo escribo, pero de esta me prometí hacerlo, simplemente porque es parte de mi vida. Creo que quise decir que Ettore Scola es parte importante de mi vida, pero pensándolo aún más, Que extraño llamarse Federico es también una forma de describir muchos momentos de mi vida.

(Fellini, Scola y yo empezamos nuestra vida profesional como periodistas y amamos el cine y la música del cine, la música en el cine y la música para cine)

Que extraño llamarse Federico es un documental con diálogos argumentales, con música y escenarios poéticos. La película no está suficientemente valorada; pero en mi opinión Scola, a los 83 años experimenta y realiza una historia  de género incalificable que es a su vez cine de arte, biopic, documental, cine de autor... y para acabarla de componer se mete en los zapatos de Fellini, para hacer una película en la que muchas escenas podrían haber sido rodadas por Federico.

Uno de los momentos de epifanía que he tenido en  40 años de cinefilia fue al final de E la Nave Va. Una voz en off reclama y se conduele ¿Pero cómo así? sin siquiera un rayo de esperanza. La cámara retrocede y nos enseña el engaño del barco. Retrocede más y nos muestra la gigantesca puerta del estudio de cine y un filo delgadísimo pero profundo de luz.

Scola nos muestra escenas del funeral de Fellini. Todo parece haber acabado.

Pero no es así. Scola echa a correr y se va por los escenarios de Cine Cita.

Esto no es un spoiler, no quiero verlo así. El cine es una herramienta que inventó el hombre para poner en una sola las siete bellas artes clásicas, y las nuevas, que van surgiendo, como es el caso de la historieta.

A los 83 años, repito, Ettore Scola reune todas las artes conocidas + el periodismo+ el documental y hace una película que no por experimental es aburrida o incomprensible. Todo lo contrario:  evoca, muerde la nostalgia y nos hace recordar la increíble promesa que es un ser humano. Un creador, un dios, capaz de producir una película que todo cinéfilo debe poner en su lista de cosas que debe ver
antes de morir.





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