Orgasm.Inc El negocio del orgasmo
Orgasm.inc o el tratamiento de la anorgasmia como enfermedad orgánica
Por Ramsés Ancira
- Ahí doctor, ahí
- ¿Qué pasa, le duele?
- No doctor, al contrario. No se que me está haciendo, pero siento delicioso.
Más o menos con esas palabras inicié hace años un artículo sobre un aparato inventado por el médico cirujano Stuart Meloy. Le llamó Orgasmatrón.
Se trataba de un invento que se colocaba
en la parte baja de la espina dorsal, a la que se mandaban pulsos
eléctricos con un control remoto.
Entusiasmado por su invento empezó a
hacer pruebas clínicas, para saber si se repetía la experiencia de su
primera paciente. Una de las personas que se prestó al expeerimento,
Charlotta, quien se sentía infeliz porque no podía tener orgasmos en sus
relaciones maritales se colocó el aparato y permitió a la
documentalista Liz Canner filmar la experiencia.
El Orgasmatrón no le funcionó a
Charlotta, en lugar de sensaciones placenteras. tenía la de que le
pateaban la espina dorsal mandando un impulso eléctrico a una de sus
piernas.
La operación, informa la documentalista en un gráfico, tenía el riesgo de provocar una fuga del fluído cerebro espinal, hemorragia epidural y esto llevar a la parálisis ¿A cambio de qué? de placer.
Todo empezó con el éxito del Viagra. Por
X, Y o Z los hombres perdemos la capacidad de tener erecciones.
Nuestra cultura sexual nos dice que sólo con la penetración a nuestra
pareja podemos darnos y darles satisfacción sexual.
El Sildenafil fue el primer medicamento
que favoreció una mejor irrigación sanguínea al pene, e inhibir que se
perdiera la erección. Médicamente se sabe que la irrigación sanguínea de
los genitales favorece su lubricación y sin lubricación no hay orgasmo
femenino.
De manera que si las mujeres no lograban lubricarse tenían disfunción sexual femenina, en consecuencia se debiá tratar el tema como una enfermedad y las enfermedades se tratan con drogas.
El inglés resulta bastante pobre en
ocasiones, utiliza la misma palabra "drugs" para referirse a las
sustancias que alteran la conciencia y a las que tratan de resolver una
enfermedad.
A lo largo de 80 minutos el documental
de Liz Canner recoge los esfuerzos de las compañías farmacéuticas no
sólo porque se reconozca que la anorgasmia es una disfunción sexual
femenina, sino porque se aprueben drogas para tratarla.
Drogas legales y muy caras por supuesto
porque en su precio deben incluirse la inversión publicitaria de los
laboratorios para que los médicos las receten.
Es popularmente sabido que el consumo de
mariguana provoca un estado de relajación en muchas mujeres que las
hace ponerse de buen humor y reirse. Entonces pueden proceder a tener
relaciones sexuales por el solo gusto del coito, sin preocuparse por el
resultado y al no preocuparse, el orgasmo llega solo.
Y es que al contrario de lo que sucede a
los hombres, que requieren determinada presión y fuerza para llenar las
cavidades del pene y lograr una erección, las mujeres necesitan más de
una estimulación mental.
Si equiparamos el clítoris al pene, el
espacio de las terminaciones nerviosas para el placer es mucho menor. El
documental de Canner establece que esto ya lo sabían los médicos del
Siglo XIX y por eso en vez de pensar en drogas, encontraron en la
electricidad un maravilloso auxiliar para la histeria, esta sí una
enfermedad, atribuída a la falta de desahogo sexal de las mujeres.
Orgasm.inc
tiene una escena muy interesante relacionada con la evolución de estos
aparatos en el Siglo XX, los vulgarmente llamados consoladores.
La angustia por la falta de orgasmos
femeninos, dice la película, ha resultado un negocio de miles de
millones de dólares para muchas personas. Cita el caso de las hermanas
Berman, cuya exposición en televisión les permite cobrar 1,500 dólares
por una consulta (casi 25 mil pesos al tipo de cambio de enero de 2016).
Por supuesto la industria farmacéutica
gasta millones de pesos en consentir a los médicos con convenciones en
centros turísticos para que aprueben su producto.
Hasta aquí por lo que se refiere al documental que podrán ver los suscriptores de Netflix.
La pregunta que subyace es ¿la anorgasmia es o no una enfermedad?
Para empezar ¿a qué definimos como una
enfermedad? A la ausencia de bienestar físico o mental. En ese sentido,
pues si. Si la ausencia de orgasmos nos provoca estar fuera de la zona
de bienestar, pues sí, es una enfermedad.
Pero desde otro punto de vista, el del
desaparecido doctor Alberto Rish, uno de los primeros médicos en
estudiar integralmente la sexualidad humana en México, la anorgasmia no
es en sí misma una enfermedad, sino síntoma de otras enfermedades.
¿De cuáles? De las más diversas, desde
traumas mentales a consecuencia de un abuso sexual, hasta infecciones,
parásitos, diabetes o problemas neuronales.
Esta es una de las tesis que desarrolla
el documental , aunque no concluya. La anorgasmia femenina es un
problema, sí, pero en muchos casos requiere de multidisciplinaria
atención médica para tratarla. No siempre bastará con una pastilla que
aumente la irrigación sanguínea para tratarla.
En Orgasm.Inc se trata también el tema
de las operaciones vaginales. Una cuestión estética para aparentar lo
que no existe, una vagina virgen, o al menos adolescente; pero cuyos
riesgos de hemorragias incontrolables son mortales.
Dice Peter Greenaway que sólo hay dos
temas imprescindibles en el cine, el sexo y la muerte. Orgasm.inc es una
película a ver sin falta para quien tenga relaciones sexuales y para
quien no haya podido y quiera conocer el placer de un orgasmo antes de
morir.
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